Columnista invitada (*) l Una investigación reveló que adelgazar no solo reduce el riesgo de enfermedades: también elimina células dañadas que afectan al metabolismo.
Durante años, se supo quebajar de peso era beneficioso para la salud. Pero un nuevo estudio publicado en la revista Nature reveló que los beneficios son aún más profundos: la pérdida de peso desencadena un proceso de renovación celular que ayuda a eliminar células envejecidas y dañadas, una actividad clave en múltiples inflamaciones y enfermedades metabólicas.
Investigadores del Laboratorio de Ciencias Médicas del Consejo de Investigación Médica (MRC) de Londres y del Imperial College London analizaron más de 170.000 células de tejido graso humano. Participaron 70 personas con obesidad severa (índice de masa corporal superior a 35) que se sometieron a cirugía bariátrica, y se compararon sus muestras antes y cinco meses después del procedimiento.Los resultados fueron contundentes: la pérdida de peso desencadenó la descomposición y el reciclaje de lípidos —grasas— acumuladas en exceso. Este proceso no solo mejora el metabolismo, sino que reduce el impacto negativo en órganos como el hígado y el páncreas.
Renovación celular y reducción de la inflamación
Uno de los hallazgos más relevantes fue la disminución de células senescentes en el tejido graso. Estas células envejecidas ya no funcionan correctamente y liberan señales inflamatorias que pueden afectar al resto del organismo.
La pérdida de peso no solo reduce volumen: transforma profundamente el tejido graso. Foto: freepick
“Este estudio proporciona un mapa detallado de lo que realmente puede estar impulsando algunos de estos beneficios para la salud a nivel tisular y celular”, señaló el Dr. William Scott, autor principal de la investigación.
Los expertos observaron que perder aproximadamente 25 kilos ayudó a depurar estas células no funcionales, un proceso que no suele lograrse con otros tratamientos. Además, se incrementó el reciclaje lipídico, lo que sugiere que el tejido graso puede reconvertirse en un órgano metabólicamente activo después de la pérdida de peso.
Qué implica esto para la diabetes tipo 2
Aunque la pérdida de peso es una estrategia reconocida para mejorar el control glucémico y hasta alcanzar la remisión en algunos pacientes con diabetes tipo 2, este estudio aporta un nuevo enfoque sobre los mecanismos involucrados. Comprender cómo el tejido graso se transforma puede abrir la puerta a terapias que imiten estos procesos sin necesidad de una intervención quirúrgica.
Investigadores confirmaron la depuración de células dañadas. (Foto: Adobe Stock)
Esta investigación ofrece una ventana poco común a los cambios que ocurren en el tejido graso durante la pérdida de peso y que pueden ser clave para mejorar la salud y poner la diabetes tipo 2 en remisión.
Es importante remarcar que algunos aspectos del sistema inmunológico, como ciertas células inflamatorias, no se normalizaron por completo tras la pérdida de peso. Esto sugiere que si una persona recupera el peso perdido, podrían reactivarse mecanismos inflamatorios perjudiciales.
(*) La dra. Susana Fuentes (M.N. 92.619) es especialista en clínica médica y diabetología. Magister en Diabetes. Integra el Equipo de Cirugía Bariátrica y Metabólica del Hospital “El Cruce” de alta complejidad.
Es un deporte apasionante y cada vez más popular, pero como toda actividad física, conlleva ciertos riesgos si no se practica con conciencia y preparación.
El pádeles un deporte que exige reflejos, coordinación y fuerza. Sin una preparación adecuada, pueden aparecer lesiones que se vuelven crónicas. Eladio Vecchi, Lic. Kinesiólogo Fisiatra (M.N. 9151), especializado en rehabilitación deportiva, osteopatía y trastornos vestibulares, resume los puntos esenciales para disfrutar del juego sin dolor. Desde el calentamiento hasta el descanso, estas recomendaciones buscan cuidar el cuerpo antes, durante y después de cada partido.
En su práctica cotidiana con deportistas recreativos y de alto rendimiento, Vecchi detecta errores que se repiten: arrancar sin calentar, usar zapatillas no aptas para la superficie, repetir gestos técnicos con mala postura o volver a jugar después de una lesión sin una recuperación adecuada. “Muchas veces, las lesiones no aparecen de un día para otro. Se van gestando con hábitos que podrían corregirse con prevención”, advierte.
El cuerpo avisa con molestias leves antes de que aparezca una lesión. Escuchar esos signos es parte de jugar bien. (Foto: Adobe Stock)
A continuación, comparte 10 claves prácticas y efectivas para jugar al pádel de forma segura, sin resignar intensidad ni disfrute:
Realizá un calentamiento completo. Mové articulaciones, hacé estiramientos dinámicos y practicá desplazamientos similares a los del juego, al menos durante 10 minutos.
Mejorá tu técnica. Golpear y moverte bien no solo mejora tu juego, también protege tus músculos y articulaciones.
Usá equipamiento adecuado. Las zapatillas específicas para pádel ofrecen tracción y soporte. Elegí una paleta adaptada a tu fuerza y estilo.
Fortalecé todo el cuerpo. Trabajá zona media, miembros inferiores y tren superior con ejercicios funcionales que imiten los gestos del juego.
Mantené la flexibilidad. Estirar regularmente hombros, espalda y miembros inferiores ayuda a prevenir lesiones por tensiones musculares.
Respetá los descansos. Si jugás fatigado, tus reflejos bajan y aumentás el riesgo de lastimarte.
Hidratate y comé bien. Una nutrición adecuada mejora tu recuperación y sostiene el rendimiento físico.
Volvé a jugar de forma gradual. Después de una pausa o una lesión, subí la intensidad en forma progresiva.
Escuchá a tu cuerpo. Dolencias repetidas no son normales: si algo duele, consultá a un profesional.
Dedicá tiempo a zonas clave. Hacé ejercicios de fuerza, estabilidad y propiocepción para hombros, codos, muñecas, rodillas, tobillos y zona lumbar.
Jugar sin dolor es posible
Muchas personas creen que las molestias son parte inevitable del deporte. Pero el cuerpo avisa cuando algo no está funcionando bien. Escucharlo, adaptar la carga y entrenar con criterio permiten disfrutar del pádel a largo plazo.
“La clave es no esperar a lesionarse para tomar conciencia”, señala Vecchi. Y concluye con una frase que guía su enfoque: “No hay mejor tratamiento que evitar la lesión”.
Aunque no siempre presenta señales visibles, esta condición puede derivar en cuadros más graves si no se actúa a tiempo. Qué recomiendan especialistas y guías médicas para el abordaje y la prevención
La prediabetes afecta a más de 300 millones de personas en el mundo y puede revertirse con cambios sostenidos en la alimentación (Freepik)
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), la prediabetes se caracteriza por niveles de glucosa en sangre superiores a los normales, aunque sin alcanzar los valores que definen la diabetes tipo 2.
Se trata de una condición médica seria que incrementa el riesgo de desarrollar esa enfermedad, así como afecciones cardíacas y accidentes cerebrovasculares.
De acuerdo con la Mayo Clinic, la prediabetes generalmente no presenta signos ni síntomas evidentes.
La prediabetes es una condición en la que los niveles de azúcar en sangre están elevados, pero aún no alcanzan los valores diagnósticos de diabetes tipo 2 (Freepik)
Cuando esta condición progresa hacia la diabetes tipo 2, pueden aparecer manifestaciones más claras como aumento de la sed, micción frecuente, hambre excesiva, fatiga, visión borrosa, hormigueo o entumecimiento en pies y manos, infecciones recurrentes, heridas que cicatrizan con lentitud y pérdida de peso involuntaria.
Se estima que uno de cada tres adultos en Estados Unidos tiene prediabetes. Los investigadores señalan que el exceso de peso y la falta de actividad física regular son factores clave en el desarrollo de esta afección.
“La intervención temprana en la prediabetes es la clave para una reversión exitosa”, afirmó la dietista registrada de Cleveland Clinic Julia Zumpano.
Qué rol cumple la alimentación en el control de la prediabetes
Perder entre 5% y 10% del peso corporal puede reducir significativamente el riesgo de progresar a diabetes tipo 2 (Freepik)
Tanto Zumpano como su colega de la Universidad Johns Hopkins Tara Seymour coincidieron en que una alimentación saludable es una de las herramientas más efectivas para frenar el avance de la enfermedad. Estudios como el del Programa de Prevención de la Diabetes de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) demuestran que los cambios en el estilo de vida pueden ser incluso más eficaces que los medicamentos.
Según datos de la Asociación Americana de la Diabetes (ADA), una pérdida de entre el 5% y el 10% del peso corporal reduce significativamente el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Para una persona de 90 kilos, eso equivale a perder entre 4,5 y 9 kilos.
Qué alimentos conviene evitar y por qué
Las dietistas Julia Zumpano y Tara Seymour recomiendan evitar el azúcar agregado y priorizar cereales integrales y proteínas magras (Imagen Ilustrativa Infobae)
Azúcares añadidos y bebidas azucaradas
Reducir el consumo de azúcar es el primer paso. “El azúcar es un carbohidrato de liberación rápida, por lo que eleva abruptamente la glucosa en sangre”, explicó Zumpano.
Algunos de los productos que concentran mayor cantidad de azúcares incluyen:
Galletas, tortas, barras de cereal y productos horneados.
Mermeladas, miel, jarabes y edulcorantes naturales como el agave.
Gaseosas, jugos, limonadas, cafés saborizados y tés endulzados.
Pan blanco, arroz refinado y pastas comunes deben limitarse por su rápida absorción de glucosa (Imagen Ilustrativa Infobae)
Carbohidratos refinados
En Cleveland Clinic apuntan que si bien todos los carbohidratos elevan los niveles de azúcar en sangre, ciertos tienden a dispararlos bruscamente, lo cual no es ideal para regular el sistema. En ese sentido, hay carbohidratos que este centro médico llama “malos” y son los siguientes:
Pan blanco
Arroz blanco
Pasta tradicional
Snacks como papas fritas, galletitas saladas y pretzels
Alcohol y suplementos
El alcohol también actúa como carbohidrato. Zumpano recomienda evitarlo o consumirlo con moderación.
Qué alimentos ayudan a controlar el azúcar en sangre
Si bien no existe una única dieta específica para tratar la prediabetes, ciertos patrones alimentarios pueden ser útiles como guía.
La avena, la quinoa y las legumbres ayudan a controlar el azúcar en sangre por su alto contenido de fibra (Andina)
Las proteínas saludables ayudan a desacelerar el ingreso de los carbohidratos al torrente sanguíneo, estabilizando así la glucemia, tal como apuntó Cleveland Clinic. También contribuyen a generar saciedad y reducir la necesidad de comer entre horas. Algunas fuentes recomendadas son los huevos, el pescado, el yogur griego, las aves sin piel, los cortes magros de carne roja, los frutos secos, las semillas, el queso parcialmente descremado, el requesón, el tofu y las legumbres como frijoles, guisantes y lentejas. En este último caso, al ser también carbohidratos, se sugiere evitar otros alimentos ricos en almidón cuando se los usa como fuente principal de proteínas.
Las verduras, en particular las que no contienen almidón, son ricas en fibra, lo que también retrasa la digestión y absorción de glucosa. Incluir una amplia variedad de vegetales como espárragos, alcauciles, remolachas, coles de Bruselas, brócoli, zanahorias, coliflor, apio, pepino, berenjenas, hojas verdes, hongos, cebollas, pimientos, rábanos, brotes, tomates, calabaza amarilla y calabacín, puede favorecer la sensación de saciedad y contribuir a un mejor control metabólico.
En cuanto a las frutas, se recomienda optar por aquellas con bajo contenido de azúcar, como los frutos rojos y el kiwi, y limitar el tamaño de la porción a una taza o menos por vez. Para disminuir el impacto glucémico, es aconsejable combinarlas con una fuente de proteínas, como frutos secos, yogur natural, queso en hebras o huevos duros, de acuerdo con Cleveland Clinic.
El huevo es una fuente de proteína magra que ayuda a mantener estables los niveles de azúcar en sangre y aporta saciedad en personas con prediabetes (Imagen Ilustrativa Infobae)
Según el modelo de la ADA, el 50% del plato debería estar compuesto por vegetales sin almidón. Ejemplos:
Brócoli, coliflor, espinaca, acelga
Pimientos, pepino, apio, calabaza
Tomates, cebolla, berenjena, hongos
Las frutas están permitidas, pero en porciones moderadas (una taza o menos). Lo ideal es consumirlas enteras, combinadas con una fuente de proteína (yogur natural, nueces, queso descremado).
Otros hábitos para abordar la prediabetes
En Harvard Health, en tanto, sugieren: “El tratamiento más eficaz para la prediabetes es perder el exceso de peso y hacer ejercicio al menos 30 minutos al día. La pérdida de peso y el ejercicio pueden mejorar la resistencia a la insulina y reducir los niveles elevados de azúcar en sangre para evitar que la diabetes progrese”.
Por último, las especialistas destacan la importancia del asesoramiento profesional, al asegurar que algunas personas con prediabetes tienen también colesterol alto, presión elevada u otras condiciones. Por eso, Seymour recomendó consultar con un dietista para adaptar el plan alimentario. “Pequeños cambios pueden generar grandes resultados”, concluyó.
La prediabetes da margen para actuar. Según los CDC: “La vida no siempre te da tiempo para cambiar el resultado. La prediabetes sí”.
No solo el alcohol lo perjudica: hay que cuidar este órgano para evitar la amenaza silenciosa de muchas enfermedades.
El hígado es uno de los órganos que más trabaja en el cuerpo humano, ya que se encarga de desintoxicar sustancias nocivas, facilitar la digestión, almacenar nutrientes y regular el metabolismo.
Si bien tiene una buena capacidad de regeneración, no es un órgano indestructible y hay muchos hábitos cotidianos que pueden causar daños que, eventualmente, pueden derivar en afecciones graves como cirrosis o insuficiencia hepática.
Fumar es uno de los hábitos que afectan al hígado. (Foto: Adobe Stock)
La enfermedad hepática supone un desafío porque puede ser una amenaza silenciosa. En sus primeras etapas, puede causar solo síntomas como fatiga constante o náuseas que pueden asociarse a otras dolencias, pero, a medida que el daño progresa, pueden aparecer signos más evidentes.
Uno de los más reconocibles es la ictericia, en la que la piel y el blanco de los ojos se tornan amarillentos y, aunque la mayoría de las personas asocia la enfermedad hepática con el consumo excesivo de alcohol, este no es el único culpable del deterioro del hígado sino que hay cinco hábitos comunes que podrían estar dañándolo silenciosamente.
Los cinco hábitos que afectan al hígado
Beber demasiado alcohol. Es quizás la causa más conocida de daño hepático. Al beber, el hígado trabaja para descomponer el alcohol y eliminarlo del organismo. Sin embargo, el exceso de alcohol satura este proceso, provocando la acumulación de subproductos tóxicos que dañan las células hepáticas. La enfermedad hepática relacionada con el alcohol progresa por etapas, ya que primero la grasa comienza a acumularse en el hígado, el consumo continuo puede provocar hepatitis alcohólica, en la que se empieza a formar inflamación y tejido cicatricial a medida que el hígado intenta sanar y esta cicatrización puede convertirse en cirrosis.
Mala alimentación. La grasa puede acumularse en el hígado debido a una dieta poco saludable, lo que provoca una afección conocida actualmente como enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica anteriormente conocida como enfermedad del hígado graso no alcohólico. El exceso de grasa en el hígado puede afectar su función y causar inflamación, cicatrización y, cirrosis. Los factores de riesgo incluyen, la obesidad, la hipertensión arterial, la diabetes y el colesterol alto.
Abusar de analgésicos. Muchas personas recurren a analgésicos de venta libre para el dolor de cabeza, muscular o la fiebre. Si bien generalmente son seguros si se usan según las indicaciones, tomarlos en exceso, incluso excediendo ligeramente la dosis recomendada, puede ser extremadamente peligroso para el hígado. Incluso pequeñas sobredosis o la combinación de paracetamol con alcohol, pueden aumentar el riesgo de sufrir daños graves, por eso los médicos recomiendan respetar siempre la dosis recomendada y consultar a un médico si necesita analgésicos con regularidad.
Falta de ejercicio. El sedentarismo es otro factor de riesgo importante para la enfermedad hepática. La inactividad física contribuye al aumento de peso, la resistencia a la insulina y la disfunción metabólica, todo lo cual puede promover la acumulación de grasa en el hígado. La buena noticia es que el ejercicio puede beneficiar al hígado incluso si no se pierde mucho peso. Un estudio reveló que tan solo ocho semanas de entrenamiento de resistencia redujeron la grasa hepática en un 13% y mejoraron el control de la glucemia. El ejercicio aeróbico también es muy efectivo: se demostró que caminar a paso ligero durante 30 minutos, cinco veces por semana, reduce la grasa hepática y mejora la sensibilidad a la insulina.
Fumar. La mayoría de las personas asocia fumar con el cáncer de pulmón o las enfermedades cardíacas, pero muchos no se dan cuenta del grave daño que puede provocar al hígado. El humo del cigarrillo contiene miles de sustancias químicas tóxicas que aumentan la carga de trabajo del hígado al intentar filtrarlas y descomponerlas. Con el tiempo, esto puede provocar estrés oxidativo, donde las moléculas inestables (radicales libres) dañan las células hepáticas, restringen el flujo sanguíneo y contribuyen a la formación de cicatrices (cirrosis). Fumar también aumenta significativamente el riesgo de cáncer de hígado. Las sustancias químicas nocivas presentes en el humo del tabaco, como las nitrosaminas, el cloruro de vinilo, el alquitrán y el 4-aminobifenilo, son carcinógenos conocidos. Según Cancer Research UK, el tabaquismo representa alrededor del 20% de los casos de cáncer de hígado en el Reino Unido.
La importancia de una buena alimentación
La dieta juega un papel fundamental. Los alimentos ricos en grasas saturadas, como la carne roja, las frituras y los snacks procesados, pueden elevar los niveles de colesterol y contribuir a la acumulación de grasa en el hígado. Los alimentos y bebidas azucaradas también son un factor de riesgo importante. En 2018, una revisión reveló que las personas que consumían más bebidas azucaradas tenían un 40% más de riesgo de desarrollar hígado graso.
Los alimentos ultraprocesados, como la comida rápida, las comidas preparadas y los refrigerios repletos de azúcar añadido y grasas no saludables, también contribuyen al estrés hepático. Un amplio estudio señaló que las personas que consumían más alimentos procesados tenían una probabilidad significativamente mayor de desarrollar problemas hepáticos.
Por otro lado, una dieta equilibrada a base de alimentos integrales puede ayudar a prevenir, e incluso revertir, la enfermedad del hígado graso. Las investigaciones sugieren que las dietas ricas en verduras, frutas, cereales integrales, legumbres y pescado pueden reducir la grasa hepática y mejorar factores de riesgo relacionados, como la hiperglucemia y el colesterol.