Una investigación de la Universidad McGill desafía la creencia tradicional y podría transformar el tratamiento de trastornos como el Parkinson al demostrar que el neurotransmisor no controla la fuerza ni la velocidad de la actividad motora
Durante décadas, la dopamina ha sido protagonista en la neurociencia del movimiento. La creencia general sostenía que este neurotransmisor era responsable directo de la velocidad y fuerza de nuestras acciones, y que su ausencia o falla era la raíz principal de enfermedades como elParkinson.
Sin embargo, una reciente investigación de la Universidad McGill plantea un giro inesperado a este paradigma, lo que podría transformar la aproximación clínica al tratamiento de trastornos motores y abrir nuevas estrategias terapéuticas para quienes los padecen.
De acelerador a aceite de motor: una nueva mirada sobre la dopamina
Según los resultados publicados en Nature Neuroscience, la dopamina no cumple el rol de “acelerador” del movimiento, sino que actúa como un “aceite de motor”, es decir, ofrece un soporte esencial para poner en marcha y mantener el sistema de movilidad, pero no determina la velocidad o fuerza individual de cada acción.
El profesor Nicolas Tritsch, del Departamento de Psiquiatría e investigador en el Douglas Research Centre de McGill, es categórico sobre el impacto de estos hallazgos: “Nuestros resultados sugieren que deberíamos repensar el papel de la dopamina”.
Los resultados muestran que mantener niveles estables de dopamina es clave para restaurar la movilidad en trastornos como el Parkinson (Freepik)
Para ilustrar esto, Tritsch recurre a una analogía mecánica: “En lugar de actuar como el acelerador que determina la velocidad, la dopamina sería el aceite del motor. Es esencial para el funcionamiento, pero no marca el ritmo de cada movimiento”.
Esta nueva perspectiva contrasta con la idea tradicional de la “vigorosidad motora”, atribuida a la dopamina, que proponía que este neurotransmisor regulaba cuán rápido y enérgico era un movimiento.
En pacientes con Parkinson, la pérdida progresiva de las neuronas productoras de dopamina deriva en síntomas como lentitud, temblores y problemas de equilibrio. El tratamiento estándar, la levodopa, ayuda a restaurar la movilidad global, pero hasta ahora el mecanismo de acción era motivo de debate.
El experimento: tecnología avanzada y cambios inesperados
Para someter a prueba la teoría clásica, el equipo de McGill utilizó herramientas de última generación en neurobiología. Experimentando con ratones, los científicos midieron la actividad cerebral mientras los animales hacían un esfuerzo físico: presionar una palanca con peso. Emplearon técnicas ópticas para activar o desactivar las células productoras de dopamina en tiempo real y observar el efecto inmediato sobre la acción.
El hallazgo sugiere que las terapias para el Parkinson deben enfocarse en la estabilidad de la dopamina y no en simular picos rápidos (Freepik)
La lógica era simple: si la dopamina realmente controlaba la fuerza y velocidad minuto a minuto, manipular sus niveles durante el movimiento debería alterar el rendimiento instantáneamente. Sin embargo, los resultados no acompañaron esa hipótesis.
Lo que sí observaron fue que el uso de levodopa mejoraba el movimiento solamente al elevar el nivel basal —el “piso” promedio— de dopamina en el cerebro, pero no restauraba los picos o fluctuaciones rápidas que se pensaba eran clave. Esto llevó al equipo a una conclusión disruptiva: “Lo fundamental para restaurar la movilidad no es sincronizar picos rápidos de dopamina, sino asegurar niveles estables y adecuados de este neurotransmisor en todo momento”.
Repercusiones directas en el tratamiento del Parkinson
Este hallazgo tiene consecuencias prácticas inmediatas para la forma en la que se diseñan y aplican terapias para el Parkinson, una enfermedad que afecta a más de 110.000 personas en Canadá y cuya incidencia podría duplicarse hacia 2050 debido al envejecimiento de la población, según datos de la Universidad McGill. Hasta ahora, muchas intervenciones intentaban simular los patrones fluctuantes de dopamina en el cerebro, pero este enfoque podría requerir un cambio profundo.
La investigación publicada en Nature Neuroscience propone que la dopamina actúa como un aceite de motor y no como acelerador del movimiento (Imagen Ilustrativa Infobae)
El estudio también invita a revisar el uso de agonistas de receptores de dopamina, medicamentos que aunque son efectivos, suelen producir efectos secundarios indeseados por su acción indiscriminada. Al comprender mejor el verdadero papel de la dopamina, los científicos podrán diseñar versiones más seguras y específicas de estos fármacos, enfocados en mantener niveles adecuados y evitar sobre-estimulación.
Un paso hacia terapias más simples y seguras
El trabajo, aporta una visión revolucionaria: basta con mantener un nivel normal y constante de dopamina para mejorar el movimiento, en vez de obsesionarse con imitar picos y caídas rápidas.
Esto no solo abre un universo de posibilidades para terapias menos invasivas y con menos efectos colaterales, sino que puede cambiar la expectativa y calidad de vida de quienes viven con Parkinson y enfermedades similares.
El estudio invita a revisar el uso de agonistas de dopamina, buscando medicamentos más seguros y específicos para el tratamiento del Parkinson (Imagen Ilustrativa Infobae)
En última instancia, el estudio refuerza la idea de que la base de un cerebro saludable reside en su capacidad para mantener equilibrios sutiles, y que comprender a fondo estos mecanismos es la clave para tratar con más eficacia —y menos riesgos— los trastornos del movimiento.
Con esta nueva mirada, la dopamina deja de ser el “rufian del pedal” y se confirma como el lubricante imprescindible para el buen funcionamiento del motor de la vida cotidiana.
Una investigación realizada en Suecia aportó evidencia sobre cómo la elección de ciertos derivados de la leche puede ofrecer beneficios inesperados para la salud cerebral
Comer al menos 50 gramos de queso graso cada día (el equivalente a dos rebanadas de cheddar o media taza de queso rallado) se asoció con una reducción del 13% en el riesgo de desarrollar demencia (Freepik)
Consumir queso graso y crema alta en grasa de forma regular podría estar relacionado con un menor riesgo de desarrollar demencia. Así lo sugiere una investigación reciente realizada en Suecia y publicada por la revista Neurology.
Con la participación de más de 27.000 adultos, este estudio ofrece perspectivas renovadas sobre el papel de los productos lácteos en la prevención de enfermedades neurodegenerativas y abre el debate sobre si algunos alimentos, hasta ahora señalados como poco saludables, podrían tener un impacto distinto en la salud cerebral.
Por ahora, los autores no sugieren modificar de manera inmediata la dieta incorporando más quesos y cremas con alto contenido de grasa, ya que son necesarios nuevos estudios.
El estudio, desarrollado por la Universidad de Lund, siguió a 27.670 personas durante un periodo promedio de 25 años. Los participantes, con una edad inicial de 58 años, mantuvieron registros semanales de su alimentación y respondieron preguntas sobre sus hábitos de consumo de distintos lácteos a lo largo de los años previos. La investigación puso el foco en el consumo de queso graso y crema alta en grasa, dos productos tradicionales en la mesa sueca.
La investigación, publicada en Neurology, analizó a más de 27.000 adultos durante un promedio de 25 años Freepik
Durante el seguimiento, 3.208 participantes fueron diagnosticados con algún tipo de demencia. Al analizar la información, el equipo detectó diferencias claras entre quienes consumieron distintos volúmenes de estos lácteos.
Comer al menos 50 gramos de queso graso cada día (el equivalente a dos rebanadas de cheddar o media taza de queso rallado) se asoció con una reducción del 13% en el riesgo de desarrollar demencia frente a quienes ingirieron menos de 15 gramos diarios. De igual modo, quienes incluyeron 20 gramos o más de crema alta en grasa por día (aproximadamente 1,4 cucharadas soperas) mostraron una disminución del 16% en el riesgo, siempre comparado con quienes no consumían esa crema.
Las variedades estudiadas incluyeron quesos como cheddar, Brie y Gouda, todos con más del 20% de grasa en su composición, y cremas con una proporción de grasa entre 30 y 40%. “Nuestro estudio mostró que ciertos productos lácteos con alto contenido de grasa pueden en realidad estar asociados a una menor probabilidad de demencia, lo que desafía varias ideas previas sobre las grasas y la salud del cerebro”, expresó Emily Sonestedt, autora principal.
Participantes que consumieron al menos 50 gramos diarios de queso graso tuvieron un 13% menos riesgo de desarrollar demencia (Pexels)
No todos los lácteos ejercen el mismo efecto
El análisis no encontró ningún vínculo protector entre otros lácteos como queso bajo en grasa, crema baja en grasa, leche entera o descremada, mantequilla ni productos fermentados como yogurt o kéfir. “Estos resultados sugieren que, en materia de salud cerebral, no todos los derivados lácteos ofrecen los mismos beneficios posibles”, afirmó Sonestedt.
La investigación detalló que entre quienes consumieron más queso graso, la posibilidad de desarrollar demencia vascular fue un 29% menor en comparación con quienes comieron menos. En el caso del Alzheimer, la relación positiva solo apareció en quienes no poseen el gen APOE e4, conocido factor de riesgo para esta enfermedad.
Aunque las cifras resultan alentadoras, la propia autora principal subrayó que el estudio identifica una asociación y no establece una relación causal directa. Todos los datos sobre la dieta se recolectaron al inicio del trabajo, sin actualizaciones periódicas, y la totalidad de los participantes eran de Suecia, lo que limita la extrapolación a otros países y culturas.
Ingerir 20 gramos o más de crema alta en grasa al día se vinculó a una reducción del 16% en el riesgo de demencia – (Imagen Ilustrativa Infobae)
Tal como señaló Sonestedt: “En Suecia solemos consumir el queso sin cocinar, mientras que en Estados Unidos hay más tendencia a calentarlo o combinarlo con carnes”. Esto podría influir en la manera en que el organismo procesa estos alimentos.
Otras variables relacionadas con el estilo de vida, como la actividad física o el cuidado vascular, podrían intervenir en los hallazgos. El acceso igualitario a servicios sanitarios en Suecia es otro posible factor de peso en los resultados.
El mensaje de los autores del estudio apunta a eliminar el temor desproporcionado ante estos productos. “Nuestro mensaje no es incitar a modificar la dieta de inmediato, sino transmitir tranquilidad frente al temor que generaban estos alimentos”, concluyó Sonestedt.
Desarrollaron un nuevo modelo para alquilar desfibriladores automáticos a un precio accesible, pensando en Pymes, oficinas y clubes.
La muerte súbita es la pérdida inesperada de la función cardíaca, respiratoria y cerebral, que ocurre repentinamente en una persona aparentemente sana. Desde que comienza el cuadro, hasta que se desencadena, transcurre alrededor de una hora y de no tratarse rápidamente puede llevar al fallecimiento del paciente. Los especialistas indican que por cada minuto que transcurre se pierde un 10% de probabilidad de sobrevivir.
En Argentina se producen 40.000 muertes súbitas al año, según las organizaciones cardiológicas, lo que equivale a un caso cada mil habitantes, por lo cual, diferentes organismos internacionales recomiendan y distintas regulaciones locales obligan a los establecimientos concurridos a contar al menos con un desfibrilador automático (DEA). Sin embargo, el elevado costo de equipos, que pueden valer más de 2.000 dólares, los convierte en una inversión que no todas las organizaciones pueden llevar adelante.
Es importante saber RCP debido a que el 70% de las muertes súbitas ocurren fuera de los hospitales. (Foto: Adobe Stock)
Ahora, en una empresa argentina crearon un nuevo modelo de suscripción para dar respuesta a una emergencia invisible: la muerte súbita. Con el fin de brindar una solución a esta problemática, la empresa desarrolló un modelo que le permite a las organizaciones contar con un DEA sin tener que invertir y comprar el equipo, bajo un modelo de suscripción similar al de una plataforma, que incluye capacitación y mantenimiento a un bajo costo mensual.
El RCP y el DEA
El RCP es un procedimiento de emergencia vital que se realiza cuando una persona dejó de respirar o su corazón dejó de latir. Es una combinación de compresiones torácicas y respiración boca a boca para mantener la circulación de sangre oxigenada hasta que se pueda restablecer la respiración y los latidos cardíacos.
Por su parte, el DEA es un dispositivo médico que analiza el ritmo cardíaco y, si es necesario, administra una descarga eléctrica para intentar restablecer un latido normal. Los DEA son fáciles de usar y están diseñados para que cualquier persona, sin ningún tipo de formación médica, pueda aplicarlo en situaciones de emergencia.
Se puede prevenir la muerte súbita, pero no se puede evitar. (Foto: Adobe Stock).
Marcelo Filiberti, Secretario de la Red Nacional de RCP y Prevención de Muerte Súbita de la Federación Argentina de Cardiología destaca: “El 70% de las muertes súbitas son fuera del ámbito hospitalario. Desafortunadamente, es más común de lo que la gente cree y deberíamos estar todos preparados para asistir a un paciente, tanto con maniobras de RCP como con el uso de una herramienta fundamental como es el DEA”.
Una herramienta tan esencial para salvar vidas
Para los especialistas, implementar ambas medidas puede ser vital dado que la combinación de RCP inmediata y desfibrilación temprana puede elevar las tasas de recuperación hasta un 70%. En el caso del DEA, tanto entidades de salud como estatales promueven tener al menos una unidad de este dispositivo en lugares concurridos.
La obligación de que haya un DEA en ciertos lugares
Dentro del marco legal nacional, el Decreto 402/2022 del Ministerio de Salud de la Nación obliga a que en lugares de concurrencia masiva haya al menos un DEA accesible y personal capacitado en RCP. La Ley Nacional 27.159 de promoción y capacitación en RCP y DEA promueve políticas similares. A pesar de esto, los especialistas notan una falta de fiscalización en algunos lugares y confusión normativa entre provincias y municipios.
“Contar con un DEA en espacios donde se suele acumular un número grande de personas, como oficinas, Pymes, clubes, establecimientos educativos, deportivos y culturales, puede ser determinante. Al mismo tiempo, su eficacia depende de actuar en una ventana crítica de 10 minutos, por lo que los dispositivos deben estar en un lugar accesible. Con este servicio, buscamos facilitar y economizar el acceso a una herramienta tan esencial para salvar vidas”, afirma Javier Fernández Cronenbold, cofundador de Jotatec.
Asimismo, añadió: “En los últimos años aumentaron considerablemente las consultas por parte de diferentes organismos para capacitar a su personal con cursos de RCP y adquirir un DEA. Creemos que en 10 años tener un DEA en las casas particulares va a ser tan común como tener otros dispositivos de emergencia, como alarmas y matafuegos”.
En el Ministerio de Salud de la Nación reconocen que, si bien en 2024 se registraron algunas mejoras respecto del año previo, las coberturas del calendario continúan lejos del nivel óptimo. El desplome en las cifras del refuerzo del ingreso escolar.
¿Alcanza con hablar simplemente de un creciente movimiento antivacunas? Hay un hecho: en la Argentina, la cobertura de vacunación viene cayendo de manera generalizada respecto de los niveles de pre-pandemia, y la caída se convierte directamente en un derrumbe para dosis y refuerzos clave que deben aplicarse a los niños desde el inicio de la escolaridad (5 o 6 años).
Este hecho lo confirman estadísticas oficiales nacionales y provinciales, los principales hospitales pediátricos del país, médicos infectólogos, la Sociedad Argentina de Pediatría y organismos internacionales. Pero la dimensión del problema se advierte, además, en su propia consecuencia: la reemergencia de enfermedades que habían sido eliminadas gracias a las altas coberturas de vacunación que históricamente tuvo el país.
Aunque el crecimiento de movimientos antivacunas es real y estaría dejando de tratarse de un fenómeno marginal, especialistas y autoridades de la Salud advierten que la caída de la vacunación en la Argentina responde a un coctel más amplio de problemas:
una disminución de la percepción del riesgo en generaciones que no vieron circular graves enfermedades
fallas en las estrategias territoriales
mensajes confusos a nivel estatal
un sistema de salud deteriorado tras reiteradas crisis
barreras de acceso que afectan sobre todo a los sectores más vulnerables
Pero entre esos factores, hay uno que se destaca: la pandemia y su posterior impacto social y emocional que habría generado desgaste y agotamiento, deteriorado la confianza pública y alterado la relación de buena parte de la población con la idea misma de prevención y salud pública.
Caída drástica en los refuerzos en niños y adolescentes
Los datos oficiales recopilados por el Ministerio de Salud nacional permiten dimensionar la caída en la vacunación. La primera dosis de la Triple Viral (que previene sarampión, rubéola y paperas) pasó de una cobertura del 86,2% en 2019 a 83,2% en 2024, pero las bajas pronunciadas aparecen en los refuerzos del inicio escolar (5 o 6 años): la cobertura del refuerzo de Triple Viral descendió del 84,2% de antes de la pandemia a 54,8% en 2023 y a 46,7% en 2024. Algo similar ocurre con la vacuna contra la poliomielitis: mientras la dosis que se administra a los 6 meses cayó de 83,3% en 2019 a 73,9% en 2023, con leve repunte hasta 77,6% el año pasado, el refuerzo de los 5 años se desplomó del 84,4% al 47,6% en el mismo período.
Entre los adolescentes, la Triple Bacteriana Acelular (contra difteria, tétanos y la tos convulsa o coqueluche) pasó de una cobertura del 80,2% en 2019 a 54,1% en 2024. Y las dosis de VPH -que previenen infecciones por el Virus del Papiloma Humano asociadas a distintos cánceres- mostraron un descenso de más de 30 puntos entre 2019 y 2024 tanto en mujeres como en varones.
La vacunación es una responsabilidad compartida en la Argentina: el Estado nacional adquiere y distribuye las dosis, mientras que las provincias son las principales encargadas de aplicarlas y sostener la estrategia territorial. El Gobierno nacional celebró recientemente una mejora entre las coberturas registradas en 2024 respecto de las de 2023 y destacó puntualmente el repunte de algunas vacunas del esquema inicial, como la primera dosis de Triple Viral, la tercera dosis contra la poliomielitis y la de Hepatitis B aplicada al nacer, que efectivamente registraron subas en el último año. Sin embargo, esa recuperación convive con un panorama que sigue siendo delicado: los refuerzos del ingreso escolar y los de la adolescencia, segmentos donde se observan las caídas más pronunciadas, continúan mostrando los peores niveles de todo el calendario.
Alto riesgo de reemergencia de enfermedades
La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) advierte que este cuadro configura una “caída histórica” de las coberturas infantiles y adolescentes, con niveles críticamente bajos y varias dosis estratégicas que no llegan al 50%. Las coberturas inferiores al 70% dejaron de ser algo excepcional, y se configura un escenario que en la SAP describen como uno de “fragilidad inmunológica colectiva” y de riesgo de reemergencia de enfermedades controladas.
Un ejemplo es el coqueluche o tos convulsa, enfermedad especialmente grave en niños pequeños y lactantes, cuya vacuna es una de las que, como se mencionó, sufrió una fuerte caída de cobertura. De acuerdo con el último Boletín Epidemiológico Nacional, en la última semana se registraron 77 casos nuevos y el total de confirmados en 2025 asciende a 765, distribuidos en 20 jurisdicciones. Los casos notificados en 2025 superan los de los cuatro años previos para el mismo período y representan un incremento cercano al 300% respecto de 2024.
El mayor registro corresponde a la Región Centro, con 579 casos -391 en la provincia de Buenos Aires, de mayor peso poblacional-, mientras que en la Región Sur se notificaron 153, principalmente vinculados al brote en Tierra del Fuego. El propio boletín destaca que, dado que la vacunación es la principal medida de prevención, es necesario mejorar las coberturas: provincias como Tierra del Fuego, La Pampa, Jujuy, Neuquén, Mendoza y San Juan mantienen buenos niveles, con esquemas completos y menor acumulación de susceptibles, pero Buenos Aires, CABA, Formosa, Santa Fe, Corrientes y Misiones exhiben coberturas intermedias o bajas, sobre todo en los refuerzos de 5 y 11 años.
Es por esto que médicos de todo el país hacen un llamado urgente para que todas las personas, sobre todo los grupos de riesgo, acudan al centro de salud más cercano para completar el calendario nacional de vacunación.
“Este pedido es especialmente para embarazadas o familias con niños pequeños. Pero es necesario que los adultos también vayan a vacunarse porque esta es la única manera en que dejan de ser agentes de transmisión o dejan de tener la enfermedad para no propagarla al resto de la familia”, explica la Dra. Mariela Echenique, presidenta del Colegio Médico de Neuquén.
En resumen, la profesional resalta la importancia de completar el carnet de vacunación: “La vacuna no solo protege a quien la recibe, sino que esto genera una barrera de protección para el resto de la población. Sabemos que el cambio en la vida, en la humanidad, se debe en gran medida a la aparición de las vacunas y a la gran fuerza que se han ejercido en las políticas públicas sobre todo en nuestro país, completando el carnet de vacunación”.
Razones que explican la caída de la cobertura de vacunación en la Argentina
Si el cuadro general de situación es bastante claro, la pregunta inevitable es por qué la Argentina llegó a estos niveles de cobertura de vacunación.
Alejandra Gaiano —infectóloga pediatra, especialista en salud pública y prosecretaria del Comité de Infectología Pediátrica de la Sociedad Argentina de Pediatría— recuerda que, según las cifras oficiales, casi la mitad de los chicos menores de 14 años están debajo de la línea de la pobreza en la Argentina. Teniendo eso en cuenta, una parte del problema estaría en el “acceso”. Gaiano señala además que el deterioro general del sistema de salud, la pérdida de recurso humano y la disminución de las campañas activas en territorio —la vacunación casa por casa, la presencia en las escuelas y espacios donde transitan los niños, más allá de campañas de comunicación- limitan la capacidad de reforzar las coberturas.
Por otro lado, advierte, en un contexto de mayor desconfianza luego de la pandemia, las vacunas “son víctimas de su propio éxito”: “Hay movimientos antivacunas que cada vez son más grandes y más intensos en nuestro país. Pero hay también muchas personas que, sin estar en contra de las vacunas activamente, no ven necesario vacunarse: personas que no han visto nunca sarampión, ni polio, ni tos convulsa. Es difícil que puedan ponderar su importancia. Hay protección comunitaria por las vacunas, y hay eliminación de enfermedades por las vacunas. Pero si no se vacuna, va a haber resurgimiento de enfermedades prevenibles por vacunas, como coqueluche, que tenemos un brote tremendo ahora mismo”, agrega Gaiano.
Adolfo Rubinstein —médico, exministro nacional de Salud y actual director del Centro de Implementación e Innovación en Políticas de Salud del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria— marca la pandemia como un punto de inflexión. Se refiere a una suerte de “fatiga social”, un fenómeno que habría afectado la confianza y el cumplimiento con prácticas de prevención que antes tal vez estaban naturalizadas. “Las sociedades en general a nivel global no quieren saber absolutamente nada con lo que fue la pandemia y este fenómeno a nivel local es muy fuerte. La desconfianza no es solo con la vacuna del coronavirus, se trata de una reacción más amplia que se expande a la vacunación en general, por una suerte de asociación de lo que fue la tragedia de la pandemia y sobre todo en países como el nuestro que tuvo consecuencias más graves con el largo confinamiento”, señala.
A esa reacción social pospandémica, Rubinstein suma otros factores que habrían contribuido a la caída de las coberturas. Por un lado, el crecimiento de grupos antivacunas, que solían ser marginales y “no movían la aguja”, pero que, impulsados por la dinámica de las redes sociales, comenzaron a tener mayor visibilidad e influencia. Pero eso estaría ligado a un cambio cultural todavía más profundo: un clima de creciente “desconfianza pública” y de predominio de las decisiones individuales que erosiona prácticas como la vacunación “que tienen un fondo muy solidario, por lo que significan las externalidades positivas: cuanta más gente se vacuna, más se protegen los demás”.
Rubinstein observa además un relajamiento de los mecanismos de control que históricamente acompañaban el cumplimiento del calendario —desde el ingreso a las escuelas hasta la certificación del cumplimiento como parte de las condicionalidades de la Asignación Universal por Hijo— y cuestiona que el Gobierno nacional haya “delegado toda la responsabilidad en las provincias”, cuando “encabezar las campañas de refuerzo de vacunación es una responsabilidad inherente al Estado nacional”.
A fines de noviembre, después del escándalo generado por una actividad antivacunas en la Cámara de Diputados de la Nación, el Gobierno nacional y la mayoría de las provincias publicaron un comunicado conjunto para defender la vacunación obligatoria, gratuita y destacar su eficacia comprobada.
En el Ministerio de Salud de la Nación reconocen que, si bien en 2024 se registraron algunas mejoras respecto del año previo, las coberturas del calendario continúan lejos del nivel óptimo. Plantean que la caída es “multicausal” y parte de una tendencia global, atribuida a los efectos prolongados de la pandemia, cambios en la percepción del cuidado de la salud, pérdida de percepción del riesgo y la creciente desinformación.
Por otro lado, en la cartera sanitaria consideran que parte de la caída respondería parcialmente a un “sinceramiento de los datos” desde el 2023, por el uso generalizado a nivel nacional del Registro Nominal de Vacunación Electrónico (RNVe) para la notificación de las vacunas aplicadas, sumado a una unificación de los criterios de vacunación a nivel federal, lo que habría impactado en la cantidad de dosis notificadas por las distintas jurisdicciones, y en resultados de cobertura menores a los de años previos. Aunque ese argumento no explicaría la reemergencia de enfermedades controladas, como señala Gaiano de la SAP.
En el Ministerio nacional describen una serie de medidas que, aseguran, buscan mejorar la información y el seguimiento de las coberturas, como el recientemente lanzado Tablero de Monitoreo del Calendario Nacional de Vacunación, para realizar un seguimiento de las estrategias de cada provincia e identificar brechas o retrasos, y el desarrollo de aplicaciones para que los equipos del primer nivel de atención registren dosis en tiempo real. También señalan la creación de mesas de gestión con los representantes de Salud y Educación de las 24 provincias para implementar acciones en escuelas y espacios comunitarios. Se encargan de destacar, sin embargo, que estas herramientas buscan mejorar el monitoreo y reducir oportunidades perdidas, aunque la aplicación efectiva de las dosis sigue dependiendo de cada jurisdicción.
La situación en América: datos y advertencias de la OPS
Ante una consulta de Todo Noticias, desde el Programa Especial de Inmunización Integral (CIM) de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) remarcaron que, a diferencia de otras regiones, América ha mostrado una recuperación positiva de las coberturas de vacunación en los últimos años, incluso por encima de los niveles previos a la pandemia. Sin embargo, en el organismo internacional advierten que el crecimiento sigue siendo lento y que persisten importantes brechas entre los países y dentro de los mismos: más de 1,4 millones de niños y niñas en la región no recibieron en 2024 ni una sola dosis de la vacuna contra difteria, tétanos y tos convulsa.
Caída de la vacunación en la Argentina. (Infografía: TN Videolab)
Entre las razones que explican el lento crecimiento de coberturas de vacunación, la OPS enumera:
La interrupción de servicios de salud durante la pandemia
La disminución de la demanda por menor percepción del riesgo de enfermedades prevenibles por vacunación
Limitaciones de acceso por dificultades logísticas para llevar la vacunación a zonas alejadas de centros urbanos
Crisis económicas
El aumento de la migración
El impacto creciente de la desinformación que viene proliferando con fuerza en los últimos años a nivel global
Desde el organismo recuerdan el peso concreto que tiene la vacunación para la salud pública: en los últimos 50 años, las vacunas evitaron 154 millones de muertes en el mundo. Solo en América, la vacuna contra el sarampión salvó más de 6 millones de vidas desde el año 2000 y se estima que entre 2021 y 2030, las vacunas evitarían 3,6 millones de muertes.
En ese marco, la OPS señala que una caída o estancamiento de las coberturas supone siempre riesgos reales: la posibilidad de reaparición de enfermedades eliminadas, un aumento de hospitalizaciones y una mayor vulnerabilidad ante brotes epidémicos, además de impactos económicos (costos por tratamiento, ausencia laboral, entre otros). “Estamos en un momento crítico a nivel global. Las Américas este año han perdido el estatus de libre de sarampión endémico, y han aparecido brotes de enfermedades prevenibles como tos ferina (tos convulsa) o fiebre amarilla”, advirtió el organismo.
Créditos
Diseño de portada: Sebastián Neduchal – Iván Paulucci