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CORRUPCION

Cien años de la Masacre de Napalpí: el listado con los nombres de los responsables de la barbarie

Al cumplirse cien años de la Masacre de Napalpí, un crimen de lesa humanidad cometido en el marco de un genocidio indígena, LITIGIO reconstruye el listado con los nombres y publica algunos de los rostros de los responsables. Entre los encargados del planeamiento y ejecución, se encuentran el por entonces presidente, Marcelo T. de Alvear; el gobernador del Territorio Nacional del Chaco, Fernando Centeno; integrantes de Gendarmería de Línea, Policía del Territorio y quienes pilotearon la tristemente célebre avioneta que sobrevoló la zona.

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Fue uno de los primeros crímenes masivos que se dio contra comunidades indígenas a comienzos del siglo XX. Ejecutado y planificado desde el propio Estado, tuvo un sentido económico, racista y ejemplificador. Sin embargo, a pesar de la dimensión de la barbarie, durante muchos años fue una historia negada. Quienes la sobrevivieron, no se animaban a nombrarla por miedo. Quienes la ejecutaron, buscaron ocultarla para perpetuar la impunidad.

Este viernes, se cumplen 100 años de la Masacre de Napalpí. De acuerdo a las pruebas recabadas en el histórico Juicio por la Verdad, que se llevó adelante entre abril y mayo de 2022, fueron asesinadas en la reducción indígena ubicada a 120 kilómetros de la capital chaqueña, entre 400 y 500 personas, en un hecho que fue declarado por la Justicia Federal de Resistencia como un crimen de lesa humanidad cometido en el marco de un genocidio.

Aquella mañana del 19 de julio de 1924, alrededor de un centenar de policías de territorios nacionales, gendarmes y algunos civiles armados, ayudados por logística aérea,  llegaron a la zona de El Aguará, ubicada en el interior de la Reducción de Indios de Napalpí, donde aproximadamente mil personas, compuestas por familias Moqoit, Qom y algunos peones correntinos y santiagueños, estaban realizando una huelga concentrados en tolderías, a modo de campamentos, para reclamar por las condiciones a las que estaban sometidos.

Los agresores llegaron a caballo, se establecieron a una distancia cercana del campamento de los huelguistas y desde allí dispararon con sus fusiles y carabinas, todos a la vez, a mansalva y por el lapso de una hora. De forma inmediata, por el impacto de la balacera, cayeron muertos niñas y niños, mujeres (algunas de ellas embarazadas), hombres adultos, ancianos y ancianas. Los heridos que quedaron en el lugar y no pudieron escapar a tiempo fueron ultimados de las formas más crueles posibles. Se produjeron mutilaciones, exhibiciones y entierros en fosas comunes.

 

El Jefe de Policía del Chaco, Diego Tomas Ulibarrie.

Los sobrevivientes que lograron huir, atravesando los cardales, soportando el hambre, la sed, el frío, debieron esconderse durante mucho tiempo para evitar ser capturados y asesinados. La consumación de este crimen en masa, por su propia complejidad, requirió de la previa concepción de un plan, que supuso una exhaustiva coordinación, organización logística, distribución de roles, movilización de diversos contingentes de tropas, su traslado y concentración desde varios días antes, gran cantidad de armamento y municiones, su acampe y alimentación, además del apoyo de una avioneta que realizó por lo menos, tareas de inteligencia y observación.

“Tales hechos ocurrieron en el contexto de la Reducción de Indios de Napalpí, la cual fue creada por el Estado argentino bajo la dirección civil del Ministerio del Interior, con el objetivo de culminar el proceso de ocupación del territorio de las poblaciones indígenas y su sometimiento a la explotación laboral”, contextualizó en la sentencia del Juicio por la Verdad la jueza Federal de Resistencia, Zunilda Niremperger.

Deplorables

Las condiciones de vida de los indígenas en las reducciones eran deplorables. Vivían hacinados, sin vestimenta apropiada, con poca comida y de mala calidad, sin atención médica ni posibilidad de escolarizarse.

Allí les cobraban por los elementos de trabajo, como así, por las bolsas de algodón y un impuesto del 15% sobre la cosecha y costosos fletes para su traslado, a los pocos que se les dio la posibilidad de hacerlo, siendo el resto obligados a trabajar extensas jornadas para la Reducción o para vecinos hacendados, pagándoles con vales.

El comisario, Roberto Sáenz Loza.

Las familias indígenas tenían prohibida la salida del territorio del Chaco y no podían elegir dónde y para quien trabajar. Las mujeres indígenas trabajaban intensamente y sin remuneración. Eran frecuentes los abusos y las condiciones eran análogas a la esclavitud. Todo ello dio lugar a la protesta, donde luego ocurrió el ataque.

Las secuelas que dejó la matanza en la cultura de los pueblos indígenas fueron profundas. Provocó graves consecuencias en los sobrevivientes y en sus descendientes. Producto de ello y de una sistemática opresión, las generaciones posteriores de los pueblos Moqoit y Qom sufrieron el trauma del terror, el desarraigo, la pérdida progresiva de su lengua y su cultura.

Desde el Estado se llevó adelante una estrategia de construcción de una historia oficial, con la intención de negar y encubrir, siendo presentados los hechos como un supuesto enfrentamiento entre las etnias y posterior desbande, que habría tenido como consecuencia la muerte de cuatro indígenas, uno de ellos el líder de la protesta, Pedro Maidana.

La prensa oficialista reprodujo la versión brindada por los oficiales policiales y los funcionarios del gobierno del territorio, que luego avaló la justicia local, en un proceso en el que declararon solo los efectivos y civiles que participaron de la agresión.

En paralelo, el oficialismo en el Congreso de la Nación obstruyó la conformación de una Comisión Investigadora, a pesar de las aberrantes denuncias que se conocían y la existencia de testigos calificados que podían narrar aquella barbarie.

La academia también contribuyó al ocultamiento. Y no sólo en aquel entonces. De hecho, el libro del historiador Fabio Echarri, titulado “Napalpí: la verdad histórica”, donde negó la existencia de la masacre, usando como fuente solamente a las oficiales, recibió en 2001 (año de su publicación) el Primer Premio Provincia del Chaco a la obra histórica el cual le fue otorgado por historiadores del Conicet, la Universidad Nacional del Nordeste y la Junta de Estudios Históricos del Chaco.

Los nombres

Si bien los Juicios por la Verdad son procedimientos judiciales que no tienen efectos penales debido a la imposibilidad de perseguir a sus responsables (todos fallecidos), este tipo de acciones constituyen actos que contribuyen a la memoria colectiva. En este marco, LITIGIO compiló en detalle la nómina de los responsables civiles y de fuerzas de seguridad, con sus nombres completos, rangos y, en algunos casos, sus rostros.

El Ministro del Interior, Vicente Carmelo Gallo.

En primer lugar, existe un extenso listado que realizó la Fiscalía Federal de Resistencia al momento de requerir el Juicio por la Verdad, en 2021. Se indicó que los funcionarios públicos responsables de los crímenes de Lesa Humanidad que se encuentran individualizados son el Presidente de la Nación, Máximo Marcelo Torcuato de Alvear Pacheco; el Ministro del Interior, Vicente Carmelo Gallo; el Gobernador Interventor del Territorio Nacional del ChacoFernando Centeno; el Administrador de la reducción Napalpí, Mario Arigó.

También está incluido el Jefe de la Policía del Chaco, comisario inspector, Diego Tomas Ulibarrie; el comisario de órdenes, Roberto Sáenz Loza; comisario de Quitilipi,  José B. Machado; los oficiales de Policía, Vicente Attis, Ernesto R. Cordini, Julio G. de la Fuente, Rufino Godoy, Miguel Noguera y Apolinario Zabroso; el piloto de aviación, sargento Emilio Esquivel y el  copiloto, Juan Browis; los Agentes de la Dotación Resistencia de la Policial de Territorios Nacionales, Salvador Colman, Anselmo Mendieta, Ramón Mandonado, Tomas Zalazar, Domingo Beltran (h), Fernando Ramírez,  Nicolás Mendoza, Marcos Varga, Felipe Cabrera, Rufino Galarza, Juan Ramírez, Jose R. Benítez, Tomas Maidana, Simón Rojas, Homero Prado, Lima, Ambrosio Olivera, Guillermo Monje, Marcial Molina, José Cañete, Emilio Maidana, Luis Ferreyra, Zenobio Martinez, Juan Quiroz, Isidro Castillo, Diego López, Gil Núñez, Pedro Machado, Manuel Barrientos, Persi Kin y Pablo Galarza.

Además, se encuentran entre los responsables los Agentes de la Dotación Quitilipi de la Policía, Remigio Núñez, Nicasio Lieres, Eusebio Arce, Jorge Sosa, Eulalio Casco,  Santos Casco, Claudio Sosa, Venancio Verón. Y los agentes de la dotación Roque Sáenz Peña de la Policía, Silverio Cabrera, Lucio Moratti, Francisco Cabral y Víctor Ayala.

El oficial de Policía, Vicente Attis.

A la lista se les suman los integrantes de la Gendarmería Volante o Gendarmería de Línea, sargentos, Alejandro Verón y Esteban Palacios. Los cabos, Secundino Yedro,  Hipólito Fruto, Facundo Gómez, Macario Verón, José Esquivel, Joaquín Sánchez, Alejandro Seisdedos. Y los agentes  gendarmes Tomas Gómez, Enrique Gómez, Eugenio Insaurralde, Víctor Aguirre, Tomas Maidana, Pablo Alegre, Hortensio Alegre, Francisco Toledo, Ramón Valenzuela, Lucio Pared, Francisco Godoy, León Gómez, Victoriano González, Urbano Alegre, Vicente Álvarez, Matías Colmas, Manuel Ramírez, Ricardo Mortola, Justino Hoyo, José Lino Lescano, Felipe Villalba, Teófilo Gonzales, Tiburcio Toledo, Eduardo Dau, José Martinez, Juan C. Molina, Albino Medina, Simeon Rajoy, José M. González, Carlos Toro, Pedro Aguirre, Florencio Caballero y Máximo Ramírez.

“Todos los responsables  individualizados se encontraban fallecidos al momento de iniciarse esta investigación y ante ello es que promovemos la realización de un Juicio por la Verdad, Oral y Público,  concluyendo que es la única forma de acatar la responsabilidad del Estado Argentino asumida en compromisos internacionales de juzgar los crímenes de Lesa Humanidad como la Masacre de Napalpi y de cumplir con el  derecho de las victimas sobrevivientes, de sus descendientes, de las comunidades de los pueblos Moqoit y Qom y de la Sociedad toda de conocer la verdad y de recibir una reparación a través de  una Sentencia Penal”, señaló la fiscalía en su requerimiento.

Cartas

En cuanto a la responsabilidad del por entonces presidente Alvear; del Ministro Gallo; del Interventor Centeno; del Administrador Arigó y del Jefe de la Policía Ulibarrie, la misma surge al analizar el  “modus operandi” de la perpetración de la Masacre, lo que demando el aval y la participación de cada uno de ellos.

En este sentido, una de las pruebas incluidas en la investigación es la carta enviada por Centeno al ministro Gallo. En ella, Centeno le informa que tenía información respecto de que “de un momento a otro se produciría dentro del campo de esa reducción (Napalpí)  una sublevación a mano armada” encabezada por líderes indígenas.

El presidente, Marcel T. de Alvear y el interventor del Territorio del Chaco, Fernando Centeno.

“Inmediatamente, el suscripto dispuso las medidas del caso enviando refuerzos policiales, pero como al día siguiente se recibiera un nuevo despacho de igual procedencia y más alarmante contenido, resolví constituirse en el lugar de los acontecimientos, partiendo en compañía del Jefe de Policía y llevando el personal de tropa necesario para cualquier emergencia”, informó el interventor Centeno en aquella misiva.

En cuanto a la responsabilidad de los integrantes de las Fuerzas de Seguridad Nacionales, la misma se pudo reconstruir en base a los documentos históricos aportados por el Archivo Provincial Monseñor Alumni, sobre los que la magister y docente de la UNNE, Gabriela Barrios, dio detalles en su testimonio durante el Juicio por la Verdad.

“El informe es del día 15 de julio, en un conteo general aparecen 35 gendarmes con listados nombres completos, también sus números de registro, el tipo de equipo que tenían y la cantidad de tiros de guerra establecido por cada uno de ellos”, declaró Barrios. Indicó también que el total de tiros de guerras de este conteo de 35 personas es de 2.400.

“También aparece en función de ese día, pero con unos reclamos posteriores de la reducción de Napalpí al gobierno de la provincia, para que se pague la deuda que habían establecido por la presencia de policías y gendarmes en la reducción que sería a partir del 19 de mayo de 1924 y hasta el 12 de julio”, añadió.

Otra misiva que se tuvo en cuenta en el Juicio por la Verdad y que contribuyó a establecer las responsabilidades políticas de la masacre fue la carta que el comisario Sáenz Loza le envió al gobernador Centeno.

“Vea señor gobernador, le escribo ésta en víspera de partir de nuevo para adentro con varias patrullas a la vez, coordinando todo con el comisario Machado de Quitilipi con el siguiente objetivo: apresar a todos los indios sospechosos, reunirlos en un punto ya determinado, someterlos a un interrogatorio previo, y luego traer a Quitilipi a los que resultasen más importantes. Demás está decirle que con las pruebas recogidas su Gobierno no se arrepentirá de haber dado carta blanca para proceder con mano dura”, escribió el comisario.

El avión y el rifle

Sobre la responsabilidad del piloto Esquivel y el copiloto Browis, la sentencia del Juicio por la Verdad confirma que una avioneta brindó apoyo, por lo menos, en tareas de inteligencia y observación. Esto se probó con documentos que aportó el testigo, piloto e investigador Alejandro Covello, como la nota del 18 de julio, donde el Interventor y Gobernador Centeno, solicitó al Aeroclub Chaco el servicio del aeroplano “Chaco II – Avión Curtis”.

Juan Browis y Emilio Esquivel pilotearon la avioneta que sobrevoló Napalpí previo a la masacre.

El avión había sido cedido un tiempo atrás por la Dirección del Servicio Aeronáutico del Ejército para su uso en la formación de pilotos en el Aeroclub Chaco. El Aeroclub puso a disposición del gobernador no sólo el avión, sino también a su piloto Esquivel. El piloto civil Browiz se ofreció como voluntario.

Centeno agradeció a las autoridades y dueños del Aeroclub, que habían prestado la logística aérea para el ataque, con una carta el día 26 de julio de 1924. “Al señor presidente del Aeroclub Chaco, doctor Agustín Cabal (h), me es grato dirigirme con el objeto de agradecer una vez más, la valiosa cooperación prestada a este gobierno por esa entidad (…) al mismo tiempo, compláscome en recomendar a su alta consideración el comportamiento brillante que en esta emergencia tuvieron el sargento piloto militar D. Emilio J. Esquivel y su acompañante piloto aviador D. Juan Browis, quienes observaron estrictamente las instrucciones que les fueron dadas… corresponderle en parte el éxito de la solución feliz y rápida del referido levantamiento indígena que llegó en cierto momento a culminar con caracteres de extrema gravedad”, redactó el interventor del Chaco.

El investigador Covello sostuvo que el de Napalpí fue “el primer uso violento de la aviación en nuestro país con el  Curtiss JN-4D Jenny”. “No fue un operativo militar de la Aviación de Ejército, sino una acción ilícita civil, asistida por un aeroclub también civil, cuyo avión fue contratado por el Gobernador del territorio Nacional del Chaco, Fernando Centeno, tripulado por el piloto militar Emilio Esquivel y un civil que en el puesto del copiloto cumplió la función de artillero”, relató.

Si bien la sentencia del Juicio por la Verdad se refiere a la participación de colonos civiles, los mismos no están plenamente identificados, aunque se indica un detalle importante: dispararon con sus fusiles, rifles y carabinas.  ¿Por qué este detalle es importante? Porque son elementos que coinciden con los que aparecen en la foto del avión tomada por el antropólogo alemán, Roberto Lehmann Nitsche, en Colonia Aborigen, al momento de la Masacre y que fuera encontrada por la Doctora en Historia de la UNNE Mariana Giordano en el Museo Iberoamericano en Berlín. En dicha fotografía se visualiza el vehículo con un grupo de hombres posando para la foto, entre ellos los dos pilotos, el antropólogo alemán, algunos policías y una decena de colonos civiles, varios de ellos portando fusiles.

Los colonos armados posando junto a la avioneta.

A propósito de esto, durante el Juicio por la Verdad, el periodista Pedro Solans, autor del Libro “Crímenes en Sangre”, reveló que su abuelo, gerente de la desmotadora Asselle en Quitilipi, le comentó que recibió armamento provisto por el Ejército “para defender” a Quitilipi y a Machagai de los “malones que venían de Napalpí”.

También narró que le entregó uno de los rifles Winchester que se destinaron para combatir a los indígenas y lo puso a disposición del tribunal. El arma exhibida por Solans será parte del Museo Histórico a construirse en el edificio histórico de la Reducción Napalpí, en Colonia Aborigen. Un símbolo de lo que nunca más debe volver a ocurrir.

 

Con la colaboración de Diego Vigay

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HUMILLAR PARA DISCIPLINAR

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En el Chaco hay escenas que no deberían existir en una democracia. Y, sin embargo, se repiten —cada vez con menos pudor— como si fueran parte del paisaje. Dos abogadas del fuero provincial fueron al Servicio Penitenciario Provincial a entrevistar a sus asistidos. No iban “a ver qué pasaba”. Iban con autorización judicial expresa, con una orden vigente y debidamente notificada. Aun así, las dejaron más de una hora y media a la intemperie, bajo el sol, sin permitirles el ingreso. La entrevista no se concretó.

No es un episodio menor. No es “una demora”. No es “un malentendido”. Es un método: humillar para disciplinar.

Porque cuando el Estado frena una entrevista autorizada, lo que está haciendo no es “poner orden”: está enviando un mensaje. Y el mensaje es simple, brutal y peligrosísimo: la defensa entra cuando nosotros queremos; la orden judicial vale si nosotros queremos; los derechos valen si nosotros queremos.

La trampa del “privilegio”
Cada vez que un abogado reclama condiciones mínimas de trabajo en un contexto de privación de libertad, aparece el coro previsible: “¿Qué privilegio reclaman?”.

Hay que decirlo con claridad: no es privilegio. Es garantía. Es una garantía para el desempeño profesional, y, por esa vía, una garantía para el ciudadano, para el imputado, para la víctima y para el propio sistema de justicia.

Nuestra ley procesal provincial reconoce que en el ejercicio profesional los abogados deben ser tratados con el respeto y consideración que se guarda a los magistrados. No para elevarnos a un pedestal, sino para impedir lo que está pasando: que el operador de turno, el funcionario de guardia o la lógica del castigo social decidan cuándo la defensa puede ejercer y cuándo no.

Si el abogado defensor puede ser humillado, demorado, hostigado o “castigado” por insistir en una orden judicial, entonces el derecho de defensa se transforma en un decorado. Se mantiene la forma —para la foto—, pero se vacía el contenido.

Y cuando la defensa es decorativa, la democracia también.

La defensa penal no es un enemigo
En paralelo al destrato institucional, crece un clima social que no es espontáneo. Se alimenta. Se produce. Se reproduce. En redes sociales se denosta a la defensa penal como si fuese una actividad vergonzante. Se confunde deliberadamente al defensor con el defendido. Y algunos discursos —incluso mediáticos— deslizan o afirman que quien defiende “encubre”.

Eso no es ignorancia: es una operación cultural que debilita el Estado de Derecho.

El defensor penal no está para “caer simpático”. Está para hacer lo que muchas veces nadie quiere escuchar: que el Estado debe probar, que debe investigar con reglas, que no puede “arreglar” con atajos, que la detención no puede ser un castigo anticipado, que la dignidad humana no se suspende por una imputación.

Defender no es justificar.
Defender es exigir legalidad.
Defender es poner límites.
Defender es recordar que el poder punitivo también debe rendir cuentas.

Cuando se instala la idea de que el abogado defensor es un “encubridor”, lo que se busca es otra cosa: habilitar el hostigamiento. Volver aceptable que se lo persiga, se lo amenace, se lo escupa simbólicamente hasta que un día el escupitajo sea literal. Y en causas de alta exposición —como lo vimos en el caso Sena— ese linchamiento mediático y material ya estuvo demasiado cerca de convertirse en tragedia.

No es exageración. Es experiencia.

El espectáculo de la vulnerabilidad

A este clima se suma algo todavía más degradante: la circulación de imágenes de personas detenidas —y, en particular, de un colega abogado— exhibidas en estado de vulnerabilidad, tratadas como objeto de consumo público. Como si la humillación fuese entretenimiento. Como si el dolor ajeno fuese un contenido más.

Esa lógica de zoológico humano no es “información”. Es castigo. Es escarmiento. Es pedagogía del miedo.

Y lo más grave: el escarmiento siempre necesita un nuevo cuerpo. Hoy es uno. Mañana es otro. Pasado, cualquiera.

“Hoy van contra ellos”.

La pregunta que duele
Hoy se señala a ciertos nombres, se los usa como símbolo de la época, se los expone, se los estigmatiza: Osuna, Gabriela Tomljenovic, Olga Mongeloz, Galassi. No importa aquí qué opinión tenga cada quien sobre cada caso. El punto es otro, y es institucional: si aceptamos que se castigue a la defensa por trabajar, mañana no habrá defensa posible para nadie.

¿De verdad vamos a naturalizar la “prisión por trabajar”?
¿Vamos a tolerar que un abogado sea tratado como sospechoso por ejercer su tarea?
¿Vamos a permitir que las órdenes judiciales se cumplan según el humor de un mostrador?

La democracia no se rompe de golpe: se desgasta. Se “acostumbra”. Se vuelve indiferente. Y un día, cuando alguien necesite que la ley lo proteja, descubre que la ley ya no está: quedó convertida en trámite, en papel, en relato.

Lo que juramos

Nos formamos durante años para defender derechos. Años de facultad, de estudio, de práctica, de errores y aprendizaje. Y el día de la matrícula, juramos algo que no es una frase decorativa: cumplir y hacer cumplir la Constitución.

Yo no lucho por una bandera corporativa.

Lucho, todos los días, por la calidad democrática y por el respeto a los derechos de todos los ciudadanos sin importar su condición. Lucho porque sé —como sabemos tantos— lo fácil que es perder el piso institucional cuando la sociedad aplaude el castigo y el Estado se acostumbra a no rendir cuentas.

Y por eso lo digo con toda la fuerza que exige este tiempo: no quiero que esto se vuelva costumbre en mi provincia.

Unidad, sí. Silencio, no.

La abogacía tiene que estar más unida que nunca. No para encubrir nada. Para defender lo elemental: que el ejercicio profesional no sea un deporte de riesgo; que el acceso a la defensa no dependa de humillaciones; que el respeto no sea un premio; que el derecho no sea un favor.

Unidad para decir basta cuando se obstaculiza una entrevista autorizada.
Unidad para repudiar el show de la vulnerabilidad humana.
Unidad para explicar —una y mil veces— que la defensa penal no es el problema: es una de las últimas barreras contra el abuso.

Porque lo que hoy se presenta como “mano dura” contra la defensa, mañana será mano dura contra cualquiera que incomode: periodistas, docentes, militantes, familias, ciudadanos comunes. La arbitrariedad no tiene ideología cuando se vuelve costumbre; solo tiene hambre.

Un límite civilizatorio

En un Estado de Derecho hay algo que no se negocia: la dignidad. La del detenido y la del defensor. La del imputado y la de la víctima. La del que cae bien y la del que cae mal. Si la dignidad se convierte en un bien selectivo, entonces ya no hablamos de justicia: hablamos de revancha.

El Chaco no necesita más escarnio. Necesita instituciones que funcionen, órdenes judiciales que se cumplan, y un sistema penal que no sea un teatro de castigo público.

Si hoy humillan para disciplinar, la respuesta no puede ser el silencio.
La respuesta debe ser un límite.

Porque cuando la defensa cae, cae con ella una palabra que todavía nos sostiene: República.

Por Celeste Segovia
*La autora es Abogada –Escribana- Magister en Derecho Penal, especialista en Derecho de Familia-Profesora Universitaria en Ciencias Jurídicas -Resistencia, Chaco.

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Más purgas del gobierno de Zdero: echan a una trabajadora de Salud por ser concejala

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Se trata de Soledad Bonilla, quién se desempeñó durante 10 años como contratada en el Ministerio de Salud del Chaco. Además, es concejala de la localidad de Hermoso Campo por el partido Frente Grande.

El partido Frente Grande del Chaco denunció que el despido de una trabajadora del Ministerio de Salud provincial, quién a su vez se desempeñaba como concejala en la localidad de Hermoso Campo, se dio en el marco de un acto de “persecución política” iniciada a partir de la asunción del gobierno de Leandro Zdero.

El partido reveló que Bonilla es trabajadora de Salud Pública en Hermoso Campo. Se desempeñaba como enfermera en el Hospital Arsenio Zeno. Desde hace 10 años es contratada del Ministerio de Salud y se desempeña “con aplicación y compromiso con su pueblo y su zona de influencia”.

En las PASO 2023, Bonilla integró las listas del Frente Grande en Hermoso Campo compitiendo dentro del Frente Chaqueño. Ingresó por la minoría en las listas y fue electa Concejala acompañando al actual Intendente.

Tras la asunción de Zdero, Bonilla fue objeto de múltiples persecuciones, entre ellas el traslado a una zona alejada de Hermoso Campo, que la ponía en problemas para criar a sus hijos y desempeñarse como Concejala.

“Soledad no se rindió a la persecución, aunque ambos ingresos no le permiten superar una canasta básica. Se mantuvo en su trabajo, se desempeñó como Concejala y sus ideas en alto”, destacaron desde el Frente Grande.

“Sin embargo, -advirtieron-, el gobierno provincial, como su líder nacional Milei, no soporta las diferencias y cree que es dueño del Estado. Por eso la despidió. Repudiamos a Zdero y su gobierno de persecución. Nos solidarizamos con Soledad Bonilla y exigimos su reincorporación”.

 

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Coimas en Andis: una exfuncionaria hablaba de “karinear” el 3 por ciento

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Ornella Calvete, hija del presunto recaudador de las coimas, fue citada a indagatoria.

Una exfuncionaria del Ministerio de Economía implicada en el escándalo de corrupción en la Andis bromeaba con “karinear” las comisiones que presuntamente obtenían con las coimas.

Se trata de Ornella Calvete, ex directora de Desarrollo Regional y Sectorial de la Secretaría de Industria y Comercio del Ministerio de Economía e hija de Miguel Calvete, señalado por la justicia federal como el recaudador de las coimas de la Andis.

Ornella renunció a su cargo cuando salió a la luz que la Justicia allanó su casa y le encontró 700.000 dólares. La mujer está en pareja con Javier Cardini, que también trabajaba en Economía como subsecretario de Gestión Productiva y tuvo que renunciar por la investigación de las coimas.

Renunció una funcionaria de Caputo después que le encontraron 700 mil dólares: “Digo que me lo prestaron”

Entre los celulares secuestrados por la Justicia se detectó un audio de Ornella en la que le habla a su padre y se supone que lo apura con el reparto de dinero.

Escuchame Pedro si no me atendés me quedo el 3%, no me hagas Karinearte la comisión

“Escuchame Pedro si no me atendés me quedo el 3%, no me hagas Karinearte la comisión”, dice en una obvia referencia a los dichos de Diego Spagnuolo sobre el porcentaje de las coimas que debía ir para Karina Milei.

El juez federal, Sebastián Casanello.

Según consta en la causa, Ornella se refiere a su padre Miguel como “Pedro” porque él le había recomendado evitar su nombre para que no quede pegado. En otras conversaciones que ya habían surgido en la causa, Calvete hablaba del “3% para KM”.

Este jueves el juez Sebastián Casanello citó a indagatoria a Ornella para el próximo 19 de diciembre.

El magistrado también citó a declaración indagatoria a Diego Martín D’Giano, que fue director de Prestaciones Médicas en la Andis, y a Patricia Canavesio y Julio César Viera, ambos identificados por el fiscal como gente de confianza de Calvete padre.

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