En una aldea tranquila entre encinas y castaños, donde el sonido del agua del arroyo apenas se distingue del murmullo del viento, un puente diminuto esconde una particularidad insospechada: con apenas tres metros de largo, se lo conoce como el puente internacional más corto del mundo. Esta pequeña estructura de madera une dos pueblos vecinos de la península ibérica, enlaza husos horarios, culturas y siglos de historia compartida entre España y Portugal. Su nombre: El Marco.
Con 1,4 metros de ancho, El Marco une el pueblo español homónimo, en la localidad de La Codosera, con la portuguesa Varzea Grande. El curso de agua que separa los pueblos se conoce como el arroyo de Arronches o el río Abrilongo. Esta pequeña corriente natural actúa como frontera entre España y Portugal, establecida oficialmente por el Tratado de Lisboa de 1864.
A pesar de su pequeño tamaño, El Marco logró arrebatarle un curioso récord mundial a otro puente: el que une la isla privada de Zavikon, en Canadá, con un pequeño islote perteneciente al mismo dueño, ubicado en el estado de Nueva York, en Estados Unidos. Ese puente, de 9,75 metros, era hasta entonces considerado el puente internacional más corto del mundo, título que ahora pertenece a El Marco.

Antes de la construcción del puente actual, los vecinos cruzaban el arroyo por un paso improvisado que ellos mismos habían construido. Esta solución, sin embargo, era precaria y se volvía intransitable cada vez que llovía intensamente, ya que las aguas lo arrastraban cauce abajo.
Todo cambió en 2008, cuando se construyó una estructura definitiva que sustituía al paso rudimentario levantado por los propios vecinos y que desaparecía aguas abajo cuando llovía con intensidad. Financiado por la Unión Europea y a instancias del municipio portugués de Arronches, el nuevo puente fue edificado con la colaboración de trabajadores de ambos países.
Por su tamaño, El Marco no está preparado para el tránsito automotor convencional. Como explica Telegraph: “Debido a su tamaño, el puente solo permite el tránsito peatonal y de vehículos de dos ruedas, como bicicletas y motocicletas”. La señalización que indica el cambio de país es sutil: unas letras talladas en piedra en cada extremo —“E” y “P”— marcan si el viajero está en España o en Portugal.

Una frontera sin barreras… ni relojes sincronizados
Uno de los aspectos más curiosos del puente es que, al cruzarlo, se cambia de zona horaria. España opera con la Hora Centroeuropea (CET/CEST), mientras que Portugal sigue la Hora del Meridiano de Greenwich (GMT/BST).
Aunque es una estructura diminuta, el puente tiene un profundo valor simbólico. Representa el vínculo cotidiano entre comunidades que, pese a estar separadas por una frontera administrativa, han compartido históricamente lazos familiares, sociales y culturales. La construcción del puente consolidó esa conexión, facilitando el paso entre ambos lados y fortaleciendo una convivencia que ya existía desde mucho antes.

Para quienes habitan ambos márgenes del arroyo, cruzar este puente no es simplemente una cuestión de logística, sino una rutina cargada de significado.
El carácter inusual del puente ha convertido a El Marco en un destino turístico. La experiencia de pasar de un país a otro en segundos, cambiando incluso de hora, atrae a curiosos y amantes de las rarezas geográficas. Desde el municipio de La Codosera lo define como “un lugar ideal para conocer un poco más sobre la relación entre España y Portugal”.
Con su estatus de puente internacional más pequeño del mundo, El Marco ha superado su modesta función inicial como paso vecinal. Actualmente es un símbolo de cooperación transfronteriza, de conectividad local y de una Europa sin fronteras físicas, donde las distancias pueden ser insignificantes, pero los gestos tienen un valor inmenso.